Cuando yo era pequeña, antes de ir a dormir o cuando afuera llovía, mi
abuela me contaba un cuento en sardo muy antiguo que aprendió cuando era
pequeña. Es el cuento de “Giuanni e is cruxionis” (Giuanni y los raviolis).
“Giuanni era el tonto de un pequeño pueblo en el centro de Cerdeña.
Un día, su madre le pidió que llevara los raviolis a su hermano para el almuerzo. Giuanni se encaminó hacia la casa de su
hermano que estaba poco distante del pueblo. Mientras caminaba se asustó mucho
de su propia sombra y para librarse de ella poco a poco le dio todos los
raviolis y cuando llegó a casa de su hermano estaban ya terminados. Por lo
tanto su hermano fue al pueblo para comer algo, dejando a Giuanni la tarea de vigilar las cabras y darles de comer.

Cuando la
señora y el hermano volvieron preguntaron donde estaba el niño y Giuanni
inventó un montón de excusas y mientras la mujer buscaba a su hijo los dos
hermanos huyeron de nuevo.
Huyendo Giuanni por la prisa despegó la puerta de
entrada de la casa y los dos (y la puerta) se refugiaron encima de un
àrbol. Al mismo tiempo debajo del mismo àrbol se escondieron dos bandidos
para contar un botín que habían robado.

“ Uno a mí, uno a tí, uno a
mí, uno a tí …” y cuando el sacristán subió las escaleras para tocar las
campanas se asustó porque creía que había espíritus
malignos.
Apenas llegó, el sacerdote hizo los conjuros pero Giuanni lo
confundió por su hermano y dijo: “Finalmente has llegado te estaba
esperando”.
El sacerdote se aterrorizó y corriendo cayó por las escaleras rompiéndose
una pierna. En aquel momento volvió el hermano con la oveja y el sacerdote
dolorido gritó creyendo que la oveja fuera un sacrificio para el demonio.En
poco tiempo los dos hermanos huyeron y con el botín se compraron unas cabras
así que su padre no se enfadara.”
Este cuento me gustaba mucho cuando era pequeña y me
ayudaba a dormir. Ahora pero me doy cuenta del facto que es un poco macabro y
poco apto a una niña.
Fuentes:
Mi abuela
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